dilluns, 9 de juny del 2014
Monólogos con mi gata Flora
Me parecían Enormes Gusanos.
Mi querida Flora, hace varias
noches que tuve un sueño, porque aunque
no te lo creas, y a pesar de mi edad yo
también sueño, y no sé por qué ahora más que nunca, una noche sí y otra
también, sueño en forma de retazos, con situaciones, figuras y paisajes, que
formaron parte de mi existencia, desde mi más temprana edad, y toda mi adolescencia. A pesar de que
no se pueda decir que esa etapa de mi
vida, fuera fácil, cómoda o
feliz.
Nací y crecí en un entorno bastante árido e
inhóspito, en plena sierra de Baza al este
de Andalucía. No obstante, como
ya sabemos, en la edad infantil,
todo y todas tendemos a idealizar y magnificar todos los acontecimientos y
situaciones que formen parte de nuestra vacilante e incierta andadura.
A mí
me tocó venir al mundo en la época en la que la dictadura fascista de
Franco se manifestaba con más crudeza y barbarie, a veces pienso que las
personas de mi generación y algunas posteriores, sobre todo los que tuvimos la
desgracia de nacer en un entorno campesino
y agrario, condenadas a la miseria, social, económica, política e intelectual,
fustigados por el látigo de los oligarcas, terrateniente y caciques, fuimos
generaciones aplastadas, perdidas y
olvidadas bajo el yugo opresor fascista, y la
GARRA trementina y fundamentalista de la Iglesia católica, siempre ávida
de venganza y revanchismo.
A los cinco años ya sabía leer, con un
grado de comprensión bastante alto,
gracias a mi madre y a un Maestro Republicano de los que franco represalió,
condenándolos en el mejor de los casos, a buscarse la vida por los pueblos y
aldeas más alejados y olvidados por la civilización; también digo gracias a mi
madre, porque ella tuvo la suerte de asistir en los últimos años de escolaridad
a una escuela republicana. De ella escuche por primera ý última vez hasta
muchos años después en el extranjero en forma de cuentos, las andanzas,
vicisitudes y batallas perdidas de Don Quijote,
cuentos y fábulas de Quevedo,
dramas de García Lorca, la historia triste de los héroes de Jaca o las canciones de Mariana Pineda con las que
nos acunaba todas las noches.
En aquellos desolados años, apenas teníamos
para sobrevivir, no digamos juguetes, o libros, ni tan siquiera las libretas imprescindibles para poder garabatear sin miedo a que se
terminase, así que como mi imaginación
en aquellos años no me daba tregua, y sin nada con qué encauzarla, ella
volaba a su libre albedrío siempre al abrigo de la cálida seguridad que me daban
el recuerdo de los cuentos de mi
madre y los relatos de guerra de mi padre, en las noches largas y frías de
invierno, alrededor de la lumbre, mientras él trabajaba el esparto, con la
dificultad añadida en una mano casi destrozada por un accidente de tiro en el
frente de Teruel. Y mi madre trabajando la lana a la luz de un candil para
confeccionar las prendas que nos
abrigaran del frío de aquellos largos y gélidos inviernos. Pues bien, cuando la imaginación acentuaba
mi angustia y soledad , y al no contar con el soporte del papel y el
lápiz, cogía el único libro que tuve en
mi infancia, regalo de mi querido maestro, y con el libro entre los dientes me
subía a gatas a una quebrada de más de
doscientos metros de altura en vertical,
me sentaba en un recoveco, sobre todo en las tardes de otoño, mirando la puesta
de sol amarillo y triste con el sabor en
la boca, a membrillo maduro, y allí daba rienda suelta a mis sueños, esperanzas
y fantasías leyendo por enésima vez mi libro que no abandonaba ni cuando me iba
a dormir. A veces me asomaba al vacío,
deseando tener alas para salir volando, y perderme en la lejanía. Era
como si una fuerza oculta me impulsara a levantar los brazos para atravesar
volando aquellos cerros y montañas que entristecían y aprisionaban mi existencia.
Si los sueños son el resultado empírico de nuestro pasado y de
nuestro presente, quiere decir que mi ensueño no tiene nada de extraordinario.
El estercolero está presente en nuestra
existencia diaria en este mundo. Un
mundo donde los instintos más primarios,
atávicos y elementales favorecen cada
vez más el predominio de la injusticia,
la marginalidad, la barbarie la corrupción y el
latrocinio más descarado y criminal. El fascismo y el nazismo se
expanden de manera galopante y aterradora por gran parte de Europa, el sur del
mediterráneo lo han convertido en un
abominable y desgarrador cementerio, donde con cada persona ahogada también asesinan un trocito de tierra, de cielo, de cultura e
historia de ese enorme, rico y hermoso continente, que se llama África.
Uno de los continentes, que históricamente y hasta la
fecha de hoy que más brutalmente ha sido, maltratado, saqueado, arrasado y
esquilmado, víctima del colonialismo y de las guerras Imperialistas, por parte
de Europea y EE UU.
Naciones y
pueblos, que la usura y la avaricia sin límites del imperio del
terror comandado, por los intereses de
los grandes capitales, el fondo monetario internacional, Banco Mundial, y los
grandes emporios del robo la estafa y la
Industria armamentista quieren condenar
al ostracismo, abandono , olvido y a la miseria ancestral y endémica,
matando o dejando morir, tratados como alimañas a los hijos más preclaros y
válidos, los elegidos con amor, por la
gente de su aldea, pueblo o tribu, para
que salgan a recoger a manos llenas el maná del desierto, ignorando el triste
destino que les está esperando.
Francisca Lorenzo Rodríguez.
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