dimarts, 29 d’abril del 2014

No fue un sueño.

    Pronto hará un mes que participe en las marchas de la dignidad, junto a mis familiares, amigos y compañeros/as. Ríos de masa humana, ciudadanos  de todas las edades, condición, creencias y nacionalidades, cogidos de la mano, unas veces en silencio, otras, las que más, gritando, reivindicando, con la frente alta, la cara descubierta y las mochilas repletas de sueños,  heridas y rabia: TECHO, PAN Y TRABAJO.

    Ante cuya presencia de civismo, participación, firmeza, dignidad y comunión de sentimientos de todos los allí congregados  supe del  embrujo  que me embargaba, y una  especie de escalofrío me encogió el corazón, conturbándome con  un pellizco involuntario en las entrañas, alertando  de la magnitud histórica que nosotros todos estábamos viviendo.
    Habíamos llegado a Madrid, el Madrid de todos los tiempos, el solidario, el  que prodiga hospitalidad, el que siempre lucha y sueña, el Madrid republicano, el que abrió sus calles y plazas, dándonos  cabida a todos y todas: los marginados, los oprimidos, los explotados, los engañados, los sin techo ni trabajo, los pensionistas con hambre, los enfermos sin asistencia sanitaria ni medicinas con que curarse, los niños sin escuela digna, los jóvenes expulsados de las universidad por ser pobres, y que irremediablemente irán a  engrosar las nefandas listas del paro.
    Mareas, organizaciones y movimientos sociales iban conformando  grandes corrientes de  calor humano: hombres, mujeres, jóvenes y niños. Todos y todas unidos por una fuerza invisible, pero grande, firme y a la vez  muy  difícil de calibrar. Y es que la voluntad de todo un pueblo que lucha por unos derechos tan básicos  y perentorios para sencillamente sobrevivir con dignidad  y decoro, no se le puede detener en su camino redentor, con unas pocas migajas caídas por caridad de la  mesa  que con tanta prodigalidad se enseñorea en el gran banquete que los pocos elegidos del planeta  disfrutan desde hace siglos, de manera  ostentosa,  insolidaria, con voracidad y supercherías mil.
    Ríos grandes y profundos, apacibles y mansos en la superficie, aunque bravos  e impredecibles  en sus profundidades misteriosas,  en las que las fuerzas  arrolladoras de la naturaleza en su labor constante de transformación histórica  iban  modelando el lecho  que en  el momento menos esperado, y ante el avance  de su caudal, determinará la magnitud de su violencia o la de su calma.
    Espero, que aquellos ríos de calor y solidaridad humana, un día ya cercano desborden  con lujuria y  abundancia, llevándose por delante diques y compuertas, y entre canales, arroyos y regatos, lleguen  a todos los rincones de este País, fustigando con rabia las conciencias de todos los oprimidos y los explotados, al grito de: Techo, Pan y Trabajo.
     El grito, que con tanto dolor, amargura y quebranto, repetían los explotados, los hambrientos y ateridos, en las fábricas, en las minas y en los tajos, a últimos del siglo XIX y principios del XX. Y que generaciones posteriores lo creímos superado, aunque para muchos de nosotros, no  siempre, olvidado, pues ya se encargó de recordárnoslo con hambre y miseria la criminal dictadura franquista.
     Y al socaire de un sol castellano, distante y frío, surgieron  miles y miles de banderas republicanas, avanzando desafiantes e indómitas, siempre  queridas y añoradas, la banderas que con el calor y entrega de una madre, una novia, una hermana, también una amante, enjugaron  tanta sangre, desde Málaga a Guernica, desde  Belchite al Ebro, pasando por Alicante, también los Pirineos,  acompañando a cientos de miles de seres humanos huidos, en una de las diásporas más triste, desoladora y bárbara, que el pueblo español  ha tenido que vivir a lo largo de su historia.
    Contrariamente, a lo que los vocero afines a este criminal sistema dicen, nosotros sabemos que el huevo de la serpiente no ha eclosionado, si no que sigue en el nido, macerándose en el jugo putrefacto de la corrupción, la infamia, el escarnio y el  latrocinio.
    ¡¡¡Hasta cuando!!!  Los pueblos  del mundo, van a seguir postrados, de rodillas, con el yugo al cuello ante los grandes capitales depredadores y voraces. Ante el banco mundial, el banco central europeo, los grandes intereses latifundistas, la  gran avaricia sin fronteras  ni tregua de los capitales inversionista, sin trabas ni contención, etc. etc. Y en nuestro País todo eso  apoyado  por una jerarquía eclesiástica  cada vez más montaraz, reaccionaria y contumaz.  
    Como decía Benito Pérez G.  El pueblo posee las verdades grandes y en bloque, y al pueblo acude la civilización conforme se le van acabando las menudas de que vive.


     Francisca Lorenzo Rodríguez.
MIEMBRO EUPV ONDARA-RECTORIA.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada